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jueves, 25 de julio de 2013

Las luces que nos exceden y te dan cuerpo

Quisiste agradecer por la luna llena y te hallaste frente a las olas del mar estirándose a medianoche hacia la luna. Pediste agradecer por las olas, y comenzaron éstas a explotar ante tus ojos en un rugido lleno de espuma blanca. Te recostaste entre las rocas; pediste no pedir más nada y sólo fluir en gratitud. Entonces apareció allí un pescador a conversar de amores, y luego un policía interesado por saber por qué no estás en tu casa frente a un teléfono inteligente y un computador y la televisión, como la gente normal, tal dijo. Derribaste sus sospechas y entretanto, mientras la luna era cubierta por nubes de negro algodón, las lenguas del agua borronearon los labios de las arenas y el mar, y se estiraron hasta las plantas de tus pies, queriéndote escalera que las condujera hasta los cielos. Te me hiciste amalgama de la espuma que brilla desde abajo y los cielos sedientos de luz humana. Entonces abriste tus ojos, luces y luminarias en tu mirada, y fui succionado hacia tí, para hallar morada en tu interior mientras no cesa de latir tu corazón entre mis brazos; en unión perfecta de incluido e inclusor; en realización de ese amor que vivifica a toda creatura que hay en ella de la tierra y de los cielos.

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