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martes, 27 de mayo de 2014

Guevurah de Maljut en Pi

En este mundo, el perímetro de una circunferencia queda atrapado en el valor abismal de π, multiplicando al radio del área que delimita. No puede salirse de esos límites, y calculado u construido secuencialmente, nunca se lo podrá terminar. En este mundo, el proceso consiste en sumar: 3 veces la longitud del radio, más una décima parte del mismo, más cuarentayuna milésimas, más quinientas noventa y dos millonésimas, más 653 milmillonésimas partes de este radio..., y así sucesivamente: sigues agregando para siempre, y nunca llegas a completar la obra. En este mundo. En otro, acaso, que se mueve en una dimensión más que las que conocemos, la circunferencia y su radio se moverán en tres dimensiones en vez de en dos, y entonces, por ejemplo, podremos "estirar" el radio al tiempo que lo curvamos en el espacio, hasta llegar a una situación en que el perímetro de la circunferencia sea igual -o aún menor- a su radio. O curvaremos la circunferencia de modo tal que quede casi por completo doblada en dos, y entonces dos puntos opuestos de la misma tendrían por puente -ésto es: por diámetro- una distancia infinitesimal. 
En nuestro mundo, Pi comienza por las cifras 314, el valor numérico del nombre Shad-ai, que representa a la faz Divina que pone límite a todo en la creación; a nuestros efectos, Guevurah por excelencia, y más específicamente, Guevurah (rigor, disciplina, ley inquebrantable) de Maljut, la realidad en acción, la performance, el desafío inserto en el tiempo. 
Un pensamiento propicio para mañana por la noche, que me cayó encima hace un rato, surcando las rutas fascinantes y oscuras del Galíl.