AbracaAdabrá.Ediciones

viernes, 25 de marzo de 2022

Atiendo a una conferencia acerca de la evolución económica de un país -del que no sé nada- durante este ya más  de año y medio del corona.

Da igual de dónde -o de cuándo- habla. Yo entro concientemente en la situación, descripta por la información que decide brindarme quien habla, al servicio de lo que quiere argumentar.

"Ubico mi avatar" en esa situación conjetural, y entonces, en lo que él propone para ella, que me es y me incluye. Bebo con avidez sus metáforas, el lenguaje, los límites y los valores de su mundo; instintivamente los comparo con los del mío, y resulto viéndome en ese mundo  haciendo lo que no sé que hago en el mío.

Así se revelan resonancias benevolentes entre las almas, personales y colectivas. En innúmeras variaciones de mi relato, estamos allí todo el tiempo. Representándonos en los mundos de otros, y sirviéndoles de espejo a nuestra vez. La mayor hasta casitoda parte de la diferencia entre mi mundo y ese en que me vi tiene que ver con cómo dibuja para sí cada imaginación -individual y colectiva- lo mismo que vemos todos..., que es Nada, y es todo.

Esa multiplicidad diversa que veo, se relaciona con mi mundo  en términos de #metaversos: universos con definiciones estructurales, conceptuales y/o funcionales diversas de las nuestras. Cuando cada muchos días abandono brevemente mi cripta y enciendo a Brian, el coche, y salgo al mundo exterior, experimento esa sensación: voy a representarme en un mundo regido por leyes extrañas, en el que hay tipos que pueden pararte legalmente a su antojo y cambiar tu vida sin siquiera saberlo, y otras muchas amenazas que me saben raro; y eso de que la persistencia de mi propia vida -¡y de la vida de otros!- dependa de mi atención mientras manejo, y así; y entonces me entreno por ejemplo en conducir cuan smooth es posible, con la sensación persistente de no estar realmente justo "manejando", sino de estar experimentado algo que  experimento también de muchos otros modos en ese mundo tan distinto del mío, y que veo redundar inevitablemente en cómo me veo a mí mismo, en cómo me  siento, en cómo me soy, al modo de quien estuviera donando sangre y recibiendo transfusiones al mismo tiempo non-stop.

Cuando se hicieron populares las calculadoras, un montón de gente se sumó al grupo de quienes no saben restar o multiplicar. Otros subieron al trampolín y saltaron mucho más allá.

Ésto es lo mismo. Los "metaversos corporativos" (a los que ya empiezan a empujarte) nos llevan hacia una tecnología capaz de suplir facultades que nos son innatas, pero en la mayoría de nosotros están dormidas. No puedes evitar que el algoritmo del mundo vaya hacia allí. Pero puedes reivindicar, despertar, poner en acción, esas facultades innatas, y recibir las tecnologías nuevas no desde la carencia por necedad sino desde un lugar de dignidad, como el bonus que deben ser, el premio esperablemente inesperado que hace que lo que  tenía por programa envilecer tu fe o tu persona, minimizarte, empobrecerte, resulte que agrega fineza y deleite a tu comprensión de todo.