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miércoles, 20 de enero de 2016

iairmenachem@fb ---> menachemedia

El arco iris: luces que se te hacen inasibles, se aprietan en vehículos estrechos para tí. Una belleza que, latiendo, señala un mundo nuevo, ya al cabo del diluvio u en su lugar. En verdad, es siempre lo mismo: sólo en tu conciencia se determinará, ya extenuación al cabo de diluvio, ya celebración de gratitud por haber accedido a una nueva oportunidad de enmendarnos con bien, de gozar de nuestra parcela sin estrecheces, y hacerla triunfar por desafío aceptado por cuanto el presupuesto para la misión está en nuestras manos. Eleva tus ojos y ve: un mundo nuevo, una medida una para constituirte uno. El arco iris despierta de inmediato la evocación del pacto que estableció el Creador con la creación para no aniquilarla de nuevo, tras el diluvio en días de Nóaj. Así, toda aparición del arco iris revela una sentencia de exterminio que pesa sobre el mundo, que se endulza y se disuelve por mérito del juramento divino, que refuerza su misericordia para izar con caridad la sentencia justa. Expresión de puente, entre el juicio riguroso y su realización piadosa. También en la antigua Grecia, Iris era considerada una personificación del arco que conocemos por su nombre, a cuyo largo corría prestamente portando mensajes entre el mundo superior -la Mente de la creación- y el mundo de la acción. Su padre es Taumante ("maravilloso", u "hacedor de maravilla") o Agamenón ("muy resuelto", "obstinado", que no se desvía), cuya descripción lo emparenta con la sefiráh de Jojmáh-sabiduría; y su madre, Electra, cuyo nombre señala al ámbar, o a la chispa de electricidad estática que se libera al frotarlo. Se comprenderá que la maravilla del padre Jojmáh-sabiduría que emana vitalidad se realiza en el chisporroteo de la madre Bináh-entendimiento para engendrar a Iris, al arco iris, dibujo de la sefirá de Dáat-conocimiento que conecta los cielos y la tierra con los mensajes eléctricos que hace fluir hacia el sistema nervioso, para activar y conducir por medio de su servicio al cuerpo denso. También en la mitología nórdica, el arco iris es una suerte de puente entre el sitio de lo divino y el mundo de los hijos del hombre. Y hay más, y nos basta. La luz del sol se compone de luz en longitudes de onda diversas. Rojo, naranja, amarillo, verde, cian, azul y violeta: su movimiento conjunto engendra a nuestros ojos el blanco perfecto, que rige solamente sobre el shalóm (la paz de la armonía perfecta de todo). No hay visión más hermosa que el blanco en su globalidad; mas el hábito, la pobreza de conciencia y el olvido de la gratitud hacen como desaparecer al blanco de nuestro corazón. Y es terrible, puesto que no hay belleza límpida y pura y sublime como el blanco; y un recipiente o conducto desconectado de la luz, está desconectado de la fuente de su vitalidad y su sustancia: la sentencia de exterminio no es más que expresión y engendro de su propia vida, y él es quien la dicta sobre sí. Mas hay remedio, y precede a la enfermedad. Entonces se levanta el Jésed-piedad de Hashém, que es representado por las aguas, que acuden a separar, distinguir, entre la luz y la oscuridad, entre el brillo de la Jojmáh-sabiduría que se vierte desde los cielos-shamáim (ésto es, desde Bináh-entendimiento) y las tinieblas de nuestros ojos. Una cortina de nube compuesta de gotas de agua que tienden a la esfericidad, acampa entre la luz y nosotros, y la luz blanca ya de por sí no se muestra más a nuestros ojos. La luz superior se sacrifica y ofrenda, se rompe y estalla cuando penetra a la gota y nuevamente cuando sale de ella, para revelarse ya no en sus vestidos blancos sino en todo el brillo soberbio y la variedad de cada uno de sus ingredientes cromáticos y sus detalles, cada uno de acuerdo a su valor y sus medidas, en un dibujo de arco de shalóm, arco sin cuerda que sea posible tensar para arrojar desde ella una flecha: una apariencia que volverá loco al necio y asustará al que teme de supercherías, y saciará la sed del que ahonda con corazón recto, que sabe que no hay mayor belleza que la de la verdad, y no hay nada más verdadero que lo bello ausente de defecto; y el regalo de esa apertura genial en abanico de todas las piezas del puzzle a nuestros ojos le llenará de felicidad llameante y gratitud que le conecta a más allá del arco iris, allá en lo Alto antes de toda caída y contrición, en donde la conciencia es toda ella amor. Como diciendo serenamente y con gran delicadeza frente al "arco iris" (en hebreo "késhet be'anán" = 972, que literalmente es "arco en nube"): [Tehilim-Salmos 109,26] "Ayúdame Hashém mi E-lokím. Sálvame en la medida de Tu Jésed-piedad-amor". Eleva tus ojos y ve: un mundo nuevo, una medida una para constituirte uno.
by IaIr Menachem

January 20, 2016 at 06:15AM
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