AbracaAdabrá.Ediciones

miércoles, 10 de agosto de 2016

el problema es que no integramos nuestras circunstancias (todo lo que, de hecho, nos cambia) a nuestra percepción del mundo. nuestro instinto de pertenencia se traduce en términos de una percepción estática de lo que realmente se mueve todo el tiempo. somos como el reloj detenido, que da la hora exacta dos veces al día: eso le vale la consideración de los idiotas, que confunden su muerte con síntomas de una vida mínima y promisoria. y sin embargo... ¡es tan sencillo imaginarnos corrigiendo el rumbo todo el tiempo desde todo lo que aprendemos, afinando la puntería para que más belleza y más bien se nos estiren de las manos!

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