(otro significante para el mismo sentido) *
de daniEl israEl Ginerman, con amor
Tres instintos hay en el hombre: Mitsráim (el paradigma del Egipto bíblico), el desierto, y la tierra de encanto. Y los tres instintos se revelan de a pares, y siempre hay uno en lo invisible. Quien es Mitsráim ve ante sí el desierto, y lo siente una trampa enorme y terrible, con serpiente, insecto que pica y escorpión, y sed que no hay agua con que saciar. Entonces suspira, vuelve la mirada a sus espaldas, a los peces y los zapallitos, y las sandías, pienso y cebollas y ajos que come gratuitamente. Y desde la contrición y el ambiente grosero de Mitsráim, no ve que realmente está comiendo gratis, pero gratis por fuerza e influencia de la tierra de encanto, y no gratis de Mitsráim que le tiene sometido a una esclavitud dura y cruel.
Y el instinto de desierto no lo ve y no se asusta, porque su ancla se halla enterrada muy hondo, lejos de todo lo ancho: cuanto se lleve a su boca contagiará a su paladar de sabor del mán-maná que proviene de los cielos, cuyo sabor es el de todo alimento que apetezca. El desierto-midbár es conexión entre cosa-davár y palabra-davár, entre cosa y habla-dibúr; es aprontes para el shalóm entre cuerpo y corazón, entre tierra y firmamento. Todas las direcciones están abiertas ante mí; que no tengo más que sumar bien a mi paso, y mi labor se realizará a manos de mis acciones; puesto que la fuente del fluido sagrado está oculta en mi corazón, y la acción de mis manos la abre y trae a la acción. Si tengo sed, y es correcto para el camino que surco que halle aguas, hasta del sílice serán extraídas para mí. Si tengo hambre, la medida de la saciedad de todo mi hogar para hoy me será dispuesta. Comer en Mitsráim me hizo resignarme al sometimiento y la impotencia. Comer en el desierto atrae a mí el enorme provecho de la fe que se acumula y crece y fructifica, hasta que me veo raro y excéntrico a ojos de los que moran en la ciudad. Que se hayan esfumado los límites en el espacio me da fuerzas para descubrir mis propias fronteras, y las alisto para conexiones sanas y buenas que me lleven por fin a cruzar el Jordán, a conquistar con mis pies la tierra de encanto y anhelo de los antiguos, a constituirme en revelación de las leyes de los cielos sobre la tierra: aquel amor tan vívidamente anhelado, sin el cual no ha lugar a redención ninguna. Puesto que la norma es que el que nace en Mitsráim nunca arribará a la tierra de encanto, y el nacido en el desierto no sabrá comprender qué significa que alguien eligió vivir de acuerdo a Mitsráim. Y quien nació en tierra de encanto no verá en la vastedad inane del desierto nada que analizar en tanto opción; sino que a los hundidos en Mitsráim se dirigirá, para atraerlos hasta sí en el éxtasis de un salto sobre un abismo de lo invisible; y si corrompiere -no lo quiera Hashém- tierra de encanto al shalóm que le sostiene, y montado sobre labios mentirosos, decayese en tierra que devora a los asentados en ella, y abundará sobre tí la bestia salvaje del campo, y el espanto se expandirá en trueno y ruido y gran voz; y norma conocida es que no al desierto caerá de tierra de encanto sino al Mitsráim profundo, para enmendar con amor nuevamente su corazón desde una nostalgia feroz, hasta que rasgue los cielos su grito que pide libertad.
Si no conocí más que Mitsráim en mis vidas, y Mitsráim se impusieron a mí y me sometieron a una tras otra crueldad para que gritase, y el grito que por fin alarí despertó misericordia en los cielos, y me sacó Hashém mi Elokím de allí con mano fuerte y brazo extendido, entonces todavía no ha pasado nada relevante de verdad, hasta que logre sacar a Mitsráim también yo de dentro mío. Pues de lo contrario, de acuerdo a Mitsráim contemplaré tierra de encanto, y parecerá a mis ojos y la sentirá mi corazón cual a otra Mitsráim, como la mía. Hasta el punto en que me veré seducido a ver la tierra de encanto cual si de tierra que devora a los asentados en ella se tratase. Porque la información y la metáfora eran correctas, mas fracasamos en aprenderlas, porque no las estudiamos rectamente. De modo que el desierto vendrá a abrir mis ojos a las acciones de lo Alto, a la continuidad ininterrumpible jamás entre el mundo sutil de la unidad y el mundo denso de lo múltiple, entre lo visible y lo invisible, entre amor y quienes lo llevan a cabo. Y por el camino de rectificar mi corazón en las medidas y cualidades paradigmáticas del que da fuerzas a quien va a volar, arribaré a los pies del monte Sinái, a recibir una Toráh sencilla edificada sobre diez pilares de todo lo bueno, que interiorizaré hasta que estén como grabados sobre las paredes de mi corazón. Y sólo en la tercera etapa de mi camino por el desierto, meditaré y estudiaré cómo hacer un templo en mi mundo fuera de mí, cómo hacer de mi mundo un templo, que habilite a mi interior para morar divinidad en mí.
Y aún, si contaminé de Mitsráim a mi corazón y a mis ojos, y no alcancé a extirpar de mi interior a Mitsráim por completo, no podré conectarme con tierra de encanto. Tan así que a todo lugar a que llegue, le estará vedado el encanto para mí. Pues la tierra de encanto de los antiguos es bendición de los cielos de lo Alto, que se inviste en cáscaras y vestiduras para regir sobre las faces de la tierra; y esta novedad inaugural no podrá nunca ser apreciada por una conciencia contaminada de Mitsráim.
Recibimos de hombres sabios que siempre hay alguna puerta sin cerrojo. Puesto que si el esfuerzo que invierto en enmendar mi corazón logra que mi Mitsráim se someta al desierto de mí, de modo tal que evocar la esclavitud me lleve a valorar y preservar la libertad, y evocar la crueldad me da más fuerzas de amor y empatía, y el recuerdo de la iniquidad me anima a exigir justicia en mi mundo, y abstenerme de olvidar los ídolos y sus cultos me refina para alojar divinidad en mí, entonces justamente Mitsráim y desierto de mí se conectarán cual si desde Ierushalém misma en relación mutua de amor para crear un corazón nuevo, capaz de instalar tierra de encanto, que se oiga el cantar de los cantares desde todos los caminos de la vida.
Hace tiempo que estoy sentado aquí, en la ribera oriental del Jordán, en Arvót Moáv. Cada día evoco todo el proceso constitutivo que me trajo hasta aquí. Una y otra vez lo revivo un poco más adelante, con innovaciones que lo endulzan y pequeñas correcciones que le agregan belleza. Mis ojos contemplan el río delgado: no es este río lo que obstruye la continuación de mi camino. Levanto los ojos y avisto Ierijó-Jericó, la puerta espiritual a la tierra de encanto de los antiguos, la llave tan anhelada. Dejo caer de sobre mí todas las pieles de que me ha dotado el desierto, y camino con paso cierto a esparcir luces, que crié y habilité en mi corazón. Todo el tiempo llegan aquí más y más de los nuestros, de los que cargan consigo Mitsráim completo, y hasta aquéllos que ya son libres y listos a un mundo nuevo. Acaso te halle entre el público mientras me buscas, y sea propicio que entremos a tierra de encanto juntos.
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* Aclaración necesaria: este texto fue originalmente redactado en hebreo (se lo puede ver en https://www.facebook.com/notes/daniel-israel-ginerman-%D7%93%D7%A0%D7%99%D7%90%D7%9C-%D7%99%D7%A9%D7%A8%D7%90%D7%9C-%D7%92%D7%99%D7%A0%D7%A8%D7%9E%D7%9F/p%C3%A9saj-mi-viaje-de-retorno-a-la-sustancia/1880611215347477/ y en http://menachemedia.blogspot.com/2018/04/blog-post.html ); en el original, subyace al texto una trama de citas, de expresiones y conexiones numéricas de la Toráh, que resultan intrasladables al español en este contexto. Espero que el resultado de mi mejor intento sea amable a vuestros corazones.
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