en general, no enseñamos a vivir. en el mejor de los casos logramos transmitir pistas, hasta algunas metáforas de vigencia más o menos segura a mediano plazo. en el más usual, proyectamos hacia delante colecciones de miedos que nuestra generación tampoco ha sido capaz de proponerse resolver. ciertamente, no enseñamos a vivir. pero mucho menos aún -aunque es casi tan frecuente como el nacer a la vida- enseñamos a morir, ni en primera persona, ni en segunda, ni en tercera. no puede enseñar a morir quien no ha muerto, y quien ha muerto -en la mayoría absoluta de los casos- nada suele enseñar a quien vive -que sepamos-. mas: ¿por qué no enseñamos a experimentar sanamente el dolor inexorable? ¿cómo, provisto que casi todos experimentaremos cuando vivos el dolor de la muerte de un segundo u tercero, no enseñamos del dolor, si ya no de la muerte? ¿cómo no enseñamos -que es decir: no aprendemos- que la muerte es parte de la vida; que la semántica del dolor permite transmutarlo en distensión y pausa, para resurgir en un yo que ha incorporado la experiencia del dolor al conjunto de sus capacidades adquiridas? ¿podemos honrar lo que sabemos, y -también en éste, como en tantos otros casos- desafiar la tradición y hacerlo bien? reflexiones surgidas mientras atendía a Aldana Di Constanzo, en https://youtu.be/IVU_RnO0wDI #revisar_todos_los_cuentos #seré_amor
by IaIr Menachem
December 24, 2017 at 12:22PM
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