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martes, 29 de marzo de 2016

*** ELLA PREGUNTO: ¿POR QUE NO ME QUIEREN? ¿POR QUE ME VA TAN MAL? ***


con herramientas de Cabaláh en el Tarot de Marsella todas las cartas citadas aquí, se las puede ver en https://es.camoin.com/tarot/Tarot-Marsella-Camoin-Jodorowsky.html
Frente a mí, una señora de mediana edad, de cabello apenas cano. Cada uno de sus rasgos imploraba clemencia, aunque su rostro se veía sereno. Sopesé la situación: me tomaría media hora por lo menos, aunque probablemente mucho más. Y era posible que pudiera ayudarla. Le señalé la silla frente a mí; al fin y al cabo, deliberadamente llegaba yo a veces a ese viejo bar, al encuentro de desafíos como éste, y hasta por la forma de mi barba o la mirada que se les hacía rara se acercaban. Tomó asiento, hice seña al mozo, pidió un café.
Saqué el mazo del bolsillo; jugando con las cartas boca abajo, busqué su atención. Es importante que llegues hasta el puente simbólico -le dije-. La relevancia de estas cartas está prestada de un vasto laberinto de símbolos que cruzan tiempos y culturas, hasta el punto de ser comunes a la conciencia de los hombres en general, a la conciencia del mundo. Sóbranme razones para creer que, como el Quijote que se hacía el cristiano, como tantos que alegan abolengos inverosímiles para disimular sus raíces, también el Tarot, hasta con sus símbolos confusos algunos, es en puridad hebreo. Las cartas no dirán nada que no lleves ya en lo profundo de tu corazón, mas especulares que son en la magnificencia de los símbolos que las pueblan, te dirán probablemente cosas que no te atreves a ver ni a decirte a tí misma. ¿Estás dispuesta?. Me miraba como no comprendiendo, como suplicando por su vida.
Abrí las cartas en abanico, boca abajo, y le dije: Vas a elegir cuatro cartas. La primera es una iód, la letra que es apenas como un punto que concentra dentro suyo todas las formas posibles, al modo de la jojmáh, la sabiduría íntima y profunda que se ilumina para fecundar el tiempo. La segunda es una héi, la letra de cada polaridad, que vale 5, la mitad de la iód, y viene de a par, ahora a servir de cuerpo a la jojmáh y más tarde para ser el destino del mundo, y anhela cada mitad a su par para conectarse en unión a su punto fundamental otra vez; aquí, se manifestará como la madre vigilante y dedicada de tu mundo, el cuerpo que tú das a los impulsos íntimos de la primera. La tercera carta es una vav, la conjunción, el proceso de llevar el pensamiento que concibes dentro hasta el mundo de la medida, del fin, de la multiplicidad, la transición, la acción. La interacción de tu mundo interior con lo que te rodea; hasta que llegues a la cuarta carta, la otra héi, la que no hace nada, la que muestra el resultado que experimentas, el feed-back de tu mundo frente a cómo te conduces en él, el premio, la venganza, cómo te sientes todos los días. Todo ésto es deliberado, así será porque así lo convenimos. Adelante. Toma la primera carta, dála vuelta, y apóyala aquí sobre la izquierda. Vamos a ver qué pasa en tu iód, en tu punto del centro.
En silencio casi solemne, tomó una carta del medio del abanico. La volteó. La Rueda de la Fortuna, el arcano número 10. La vi fijar sus ojos en la carta, con algo de aprehensión vio al animal azul claro que reinaba, apoyado como si en tierra firme con su espada en alto. Un rey que lleva en los adentros de su capa algo violeta, algo como los pulsos eléctricos de la mente investidos en la animalidad inane.
Me contuve de explicarle que en este Tarot, acaso idéntico al original de Marsella, están cuidados los colores de aquél: diez, que son tres pares y cuatro solos, y uno más, que es el violeta, que sólo aparece a revelar esa conexión eléctrica en que la conciencia profunda y la razón se hacen manifiestos en acción. Señalando la carta que se posaba lentamente sobre el mármol veteado de la mesa, le dije: éste es el arcano de la realeza, de la realidad, de lo que acontece ante tus ojos. Aquí está tu percepción del destino, mas fíjate bien: ¡no está en un sitio que le vaya bien! La rueda de la fortuna no es el mecanismo de un destino azaroso, sino el resultado de lo que haces y lo que no, de lo que eliges vivir. Cuando llegas hasta ahí no estás en fase de planificar, de teorizar, de debatir: tienes que enfrentar la realidad y asumirla tal cual es. Pero de ningún modo puedes instalar una rueda de la fortuna, ¡justo en la iód!, en el punto íntimo y profundo que da origen a todo tu modo de conducirte, de ver y vivir la vida. Algo me dice que esta carta no está errada, que vino a delatar un diagnóstico que requiere atención urgente. Tú quieres saber por qué ocurre que -a tu entender- te va mal, no te quieren, y todo eso. Y parece que lo asumes como algo proveniente de la mala suerte, del destino, de una perversa rueda de la fortuna que se ha ensañado contigo. Y si lo ves así, pareciera que no tienes responsabilidad alguna por lo que te sucede, que estás atrapada allí contra tu voluntad, y que sólo una fuerza mágica te podría salvar. Probemos, a ver qué arcano nos detalla qué haces tú con esa percepción errada.
Volví a ofrecerle las cartas en abanico abierto, tomó una de mi derecha. La volteó mirándome fijo a los ojos; se me antojó que su expresión era la de un cordero que sabe que lo conducen al degüello. El arcano 19: el Sol de rostro compungido cuyos rayos hacen brotar trece gotas multicolores alrededor de los hombres casi desnudos y resignados. Le indiqué con la mirada que la apoyara a la izquierda de la anterior. ¿Ves? Tras elegir sentirte víctima de un destino, de una suerte mala, te expones en ese atuendo, a la luz, a la vista de todos. Ese sol tendría que ser sabiduría consumada, iluminación que abre para tí los caminos, un padre y un marido que abrazan y protegen y conducen y dan soporte y pura vida. Pero te es otra cosa, muy horrible: ese Sol lleva tu tragedia íntima a dimensiones de representación obscena, de misericordia por tí misma que, no correspondida o imitada por tu mundo, refuerza, retroalimenta tu sensación de ser víctima... que lo eres, mas sólo de misma tí. Dime: ¿crees que estoy en lo cierto?
Lloraba sin lágrimas. Toda la angustia atragantada. Me dijo: Quisiera gritarte que no, pero no puedo. Por favor, continúa. Continuarás tú -le dije-, y extendí ante ella el abanico otra vez: veamos qué herramientas hay a tu alcance.
Volvió al centro del mazo, tomó una carta; siguiendo mis ojos la posó debajo y en medio de las dos previas. Dudó un instante, la dejó boca abajo. Reteniendo el abanico en mi izquierda, la di vuelta con la derecha, lentamente. Arcano 13, el que no tiene nombre -dije-, el que no querías ver, el que hay quienes erran en identificar con la muerte. Mírala, véte en su espejo. No es momento de tener miramientos con nada de los errores viejos, ni con nada de lo que ellos engendraron. Esto que estamos viviendo es como un dibujo en el que tu conciencia profunda, que sí está conectada con el mundo y la mente universal de que formas parte, conduce el lápiz a control remoto. 13 es el número del amor, y en el Tarot es herramienta de victoria, de toma de riendas, de perpetuación. Mírala bien: puede ser aterradora o magnífica, mas nunca ambas cosas. Su hoz dará por tierra, por amor, la cabeza de cuanto no debiera hallar lugar en tu mundo, para darte la oportunidad de nuevo. No sientas piedad por lo que te ahoga, te somete, te acongoja, por lo que de algún modo te mata. Tienes las herramientas para arrancar la desesperación de tu vida, pero tienes que tomar la decisión y no caerte de ella. ¿Hay algo más que quieras saber de esta carta?.
¿Puedo sacar una más? -preguntó queda. Puse el abanico ante ella, con ambas manos. Tomó con decisión, para la segunda héi, una carta del lado izquierdo, la giró rápidamente y se la quedó mirando. Vi reflejado en el cristal de sus lentes el arcano segundo: la Papisa, la sacerdotisa de bináh que incuba toda la obra de la vida mas permanece en pose, no se mueve, se resiste a la fecundidad y hace como que no existiera ese ardor que ha de latir tras su mirada de asombro permanente y su sonrisa desganada. Fíjate cuán afilada y precisa está la conciencia de tu alma -le dije-, que un diagnóstico tan preciso, tan perfecto y coherente, revela a nuestros ojos. Me miró, por casi un segundo queriendo fingir asombro, y entonces, como asumiendo lo obvio con desgano.
¿Sabes quién es?. Ella podría ser la esposa del Sol, y el Sol entonces resplandecería feliz, y toda la realidad se arreglaría. Pero no puede, hasta que no sea como la Luna, hasta que no deje de creer que ya tiene la respuesta y sólo necesita la confirmación de la desgracia y acaso la acción de una magia ajena. No puede, hasta que no anhele con todo su corazón la luz del Sol, la luz de la bondad y la bienaventuranza y la amabilidad generosa y la honra proyectándose en ella para reflejarla ella a su vez en derredor. No puede, hasta que no aprenda a recibir por bien cuanto por mal se pierde hoy de recibir. Está como encerrada en sí misma, fíjate.
Vi como un destello de entusiasmo en sus ojos. Jugueteó con la caja de cigarrillos que había apoyado sobre la mesa, y dijo con media sonrisa: Es como si fuera todo al revés, ¿verdad?.
Nada que no puedas tú misma reparar con sólo quererlo largamente -le respondí, sonriendo-. No puedes vivir tomando los datos de la realidad por destino que te amarga y aborreces, y a la hora de actuar, quedarte pensando y saboreando tu amargura. Creo que la respuesta a tus preguntas ya la tienes; pero si quieres, podemos buscar ahora un esbozo del camino que está a tu alcance con las herramientas que dispones. Sí, por favor -dijo, mirándome ahora con ansiedad: se me antojó que empezaba a recuperar su vida aceleradamente. Encendió un cigarrillo, y se alistó a elegir una carta. Su rostro fue de asombro cuando cerré el abanico y volví el mazo cara arriba.
Le expliqué: ya contamos con toda la información que tu conciencia profunda, enlazada a la conciencia global, había de brindarnos. Todo está aquí. Fíjate: tenemos los arcanos 10, 19, 13 y 2; juntos, suman 44. No hay más arcanos mayores -que es con los que estamos trabajando- que 22, de modo que comenzaremos por elegir una carta sumando las cifras del valor obtenido: 4 más 4 da 8, y he aquí -dije mientras buscaba- el arcano número 8 -y lo puse frente a ella, a la derecha del cuarteto anterior-: la Justicia. Seria y mirando directo a los ojos, empuña una balanza de platillos en la izquierda y una espada en la diestra. En nuestro Tarot, la Justicia está en sintonía de Hód: su camino tiene que ver con el reconocimiento de la realidad tal cual es, la gratitud por lo que hay, el desafío de hacerte eco y reflejo de la verdad y no de excusas o patrañas ilusorias. Su balanza dice que todo lo que recibes y lo que das, lo que te sucede y lo que haces con ello, son sopesados de continuo; y su espada advierte acerca de la seriedad de cada sentencia que por malsentir acaes sobre tí, o por puro bien sobre cualquier mal que te rodea. Dice que tus acciones, tu propio modo de reaccionar a lo que sientes y ves, te persigue de uno u otro modo, no cesa de estar presente en lo que acude a ser sentido y visto por tí. Lo que sientes que te hace sufrir, ¡es tu propia producción permanente!. ¿Crees que las cartas que vas eligiendo exageran?
Dijo que no como quien da la hora. Proseguí: hay algo más que podemos hacer con ese 44, que no podemos usar así como viene porque excede a 22. Podemos dividirlo entre 22 y quedarnos con el resto. Fíjate: 44 es justo el doble de 22, con lo que el resto es 0. El arcano 0, maravilloso, celestial -dije buscando en el mazo con apuro-, que es también el 22, o sea el inicio y el fin de todo, el punto en que los extremos se juntan -y que es capaz entonces de transmutar el máximo dolor en la felicidad más plena-: ¡el Loco!. Mira, por favor, el modo en que carga su morral: él es un hombre, tridimensional, pero lleva su carga en sólo dos dimensiones; y lleva montón de ojos pegados a sus prendas mirando en derredor; pero sus propios ojos, los de su rostro, miran soñadoramente hacia lo alto, hacia el infinito. Lleva un cayado que se le nota por completo superfluo; e incluso si parece que una fiera lo ataca, no se tomará sino de un colgajo de sus vestiduras, y no le hará de verdad ningún daño. Es como dijo Hipócrates, que no hay enfermedad, sino que sólo hay enfermos. No está tan loco este loco, me parece. Sólo se ve loco si no te das cuenta. Vaya herramientas que traes contigo. La corona de todos los mundos, que es decir el mecanismo más profundo de la mente que deriva en la posibilidad de que haya un mundo mutable, un mundo que podemos cambiar a nuestro antojo, comienza con el Loco, que representa la Emunáh, que es la fe: un exabrupto bendito de las profundidades del volcán del alma, que se permite sin vergüenza penetrar la conciencia sin transigir con la razón. Y es también el Arte, y es la fidelidad. y la actividad del tutor y entrenador. Apoyado en su sujeción a la Justicia, tu Loco sólo puede triunfar. Ahora mira: si el Loco es 22 y la Justicia 8, juntos suman 30, y 3 más 0 da 3. De modo que... el arcano número 3 -lo puse ante sus ojos-, helo aquí: ¡la Emperatriz! Pon toda tu atención, porque esta carta viene a resumir todos los consejos que, si lo has querido, ya has recibido. No hay más que ella, que termina de unir en un valor único toda la multiplicidad de lo que hicimos. Ella está en sintonía de dáat, que se traduce por conocimiento vital. Ella es el violeta que vimos en el interior de la capa del bicho que reinaba sobre la Rueda de la Fortuna: nadie puede prescindir de ella, porque nadie sino ella conecta la sabiduría de la mente con la acción de los cuerpos; en su diestra el águila poderosa que todos los que no la ven a ella misma identificarán por poder ejecutivo, y en la siniestra el báculo que sería superfluo si no fuera identificado en el consenso global por símbolo de majestad. Ella es la enmienda maravillosa, dulce, inmediata, que la rigurosidad de la Justicia y el atrevimiento del Loco vienen a poner a tu alcance, para que puedas ver tu misma realidad distinto de como hasta hace unos minutos la veías, y te atrevas a ella abierta y fértil a la bendición de su influjo, para ser bendecida y fecundada, para que produzcas concientemente tu propia realidad, para que lleves todo lo que eres capaz de comprender ahora tras todo este camino que hemos recorrido a su traducción en realidad inapelable, escandalosamente distinta de la que vivías hasta hace un rato -aunque si alguien la ve desde lejos sin mirarte se vea, por unos momentos más, igual-, feliz y plena.
He grabado todo este rato, y voy a tomarme el honor de escribirlo para tí, para que te sirva de herramienta con que proveer respuesta a todo quien halles que quisiera preguntar lo mismo que venías preguntado en cualquiera de sus formas posibles: ¿por qué no me quieren?, ¿por qué me va tan mal?. Tomé de mi costado la servilleta que me habían traído hace horas con un café, y se la extendí. La tomó en sus manos. En la servilleta, acabas de adquirir la misión -le dije-. Sí -dijo seriamente-, y lo que siguió ya no importa.

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